En cada contorno, en cada curva, habita el eco de lo que somos y de lo que ocultamos. La carne, vulnerable y eterna, se esconde y se revela. La piel se convierte en horizonte, la sombra murmura sus secretos. El cuerpo respira su propio misterio, vulnerable, infinito, dejando que el vacío sea el eco de lo que nunca se dice.